viernes, 27 de mayo de 2011

Hijos de nadie, padres de muchos

Como por mucho tiempo, los prejucios parecen ser los únicos preceptos que asientan cátedras, pues bien es cierto que no todos los pobres se hacen delincuentes ni todos los delincuentes ostentan pasados dolientes de pobreza. Lo que bien se ve es que se le ha pintado como un mounstruo de siete cabezas a manera de cerbero quimérico cuya faceta contextual y regente se antoja a profeta de muchas iglesias. Es sutil, carente y necesitado cuando se antoja a carne de cañón para la responsabilidad social corporativa evasora de impuestos. Es efímera y precondición al desarrollo delimitado por los ajustes estructurales, cuyo alegato resulta en su propio oprobio. Es la policía de su propia condición en los gobiernos nepotistas. Es la religión de los cínicos. Es conejillo de indias de multitudinarios experimentos farmacéuticos. Es la maldición de todos y la perdición de muchos. Es virtual para pocos y real para muchos. Es un sueño escabroso y una realidad inefable. Pero la más grande de todas sus virtudes es que aún en su invisibilidad carga con todas las indivisibles culpas de los males que a la sociedad aquejan. En el entendimiento cotidiano de muchos, la medida precisa de la delincuencia es la pobreza. La inseguridad proclamada entonces da lugar a lo que quisiera ser legitimación de las fuerzas castrenses. Pero no para combatir la raíz de todas las causas, porque ahí no sucumbiría ante la jurisdicción militar, sino para hacer ineluctables sus propias consecuencias que borbotean a manera de Hidra de Lerna. Cuán grande es la injusticia que martilla los engorrosos argumentos que galopan alrededor de la pobreza, y aún así, si este argumento fuese válido, ¿Por qué se lucha contra la consecuencia y no contra la causa?

Pero aún quedan algunos pensamientos lanzados al aire cual episodio de bolos bautismales. Todos sabemos para qué sirven, pero nadie se pregunta de dónde viene.


2 comentarios:

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    Con el anuncio de la celebración de los juegos panamericanos en Guadalajara, el gobierno en turno tuvo la brillante idea de limpiar el primer cuadro de la ciudad, esconder durante esos días a homosexuales, indigentes y demás gente que no cumpliera con el perfil de ciudad de primer mundo. Más allá de la integración de los grupos vulnerables a las dinámicas sociales de “progreso y desarrollo”, además del bienestar social, se les confina a una incertidumbre mayor a la que de por sí ya viven.
    ¡Qué gusto volver a leerte en el blog!
    Un saludo y un abrazo.


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  2. Tienes toda la razón, durante todo el trayecto pensé que debía acomodarle una propiedad política al escrito y mira... Se me vino a olvidar! Me gustó mucho tu aportación: Son la verguenza del primer mundo! :)

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