viernes, 27 de mayo de 2011

Hijos de nadie, padres de muchos

Como por mucho tiempo, los prejucios parecen ser los únicos preceptos que asientan cátedras, pues bien es cierto que no todos los pobres se hacen delincuentes ni todos los delincuentes ostentan pasados dolientes de pobreza. Lo que bien se ve es que se le ha pintado como un mounstruo de siete cabezas a manera de cerbero quimérico cuya faceta contextual y regente se antoja a profeta de muchas iglesias. Es sutil, carente y necesitado cuando se antoja a carne de cañón para la responsabilidad social corporativa evasora de impuestos. Es efímera y precondición al desarrollo delimitado por los ajustes estructurales, cuyo alegato resulta en su propio oprobio. Es la policía de su propia condición en los gobiernos nepotistas. Es la religión de los cínicos. Es conejillo de indias de multitudinarios experimentos farmacéuticos. Es la maldición de todos y la perdición de muchos. Es virtual para pocos y real para muchos. Es un sueño escabroso y una realidad inefable. Pero la más grande de todas sus virtudes es que aún en su invisibilidad carga con todas las indivisibles culpas de los males que a la sociedad aquejan. En el entendimiento cotidiano de muchos, la medida precisa de la delincuencia es la pobreza. La inseguridad proclamada entonces da lugar a lo que quisiera ser legitimación de las fuerzas castrenses. Pero no para combatir la raíz de todas las causas, porque ahí no sucumbiría ante la jurisdicción militar, sino para hacer ineluctables sus propias consecuencias que borbotean a manera de Hidra de Lerna. Cuán grande es la injusticia que martilla los engorrosos argumentos que galopan alrededor de la pobreza, y aún así, si este argumento fuese válido, ¿Por qué se lucha contra la consecuencia y no contra la causa?

Pero aún quedan algunos pensamientos lanzados al aire cual episodio de bolos bautismales. Todos sabemos para qué sirven, pero nadie se pregunta de dónde viene.


jueves, 23 de septiembre de 2010

La pereza se ha apoderado en cuerpo y alma de esta materia sólida....

domingo, 19 de septiembre de 2010

Uno como quiera, pero las niñas no aguantan.

Un poco antes de las 12 de la noche, es decir, minutos antes. La llegada de un hombre moreno, de estatura baja, ojos casi verdes, vida casi muerta y sin un silencio inquebrantable, por necesidad más que por miedo, se acercó. Justo acababamos de llegar a la única estación de autobuses en la avenida principal de este pueblo. Mi amigo, un poco torpe y robusto estaba parado frente a mí. ¿Aquí hay mucha migración? - Preguntó una voz angustiosa. Perdón?- Repliqué. ¿Hay mucha migración? De la que se lleva a la gente, el pollero nos dejó tirados, añadió.Para entonces estaba ya sentado en una pequeña barda a nuestro lado. Las piernas abiertas y sus dedos entrecruzados, como diría mi abuela. Mirada cabizbaja y de repente alta, pues estaba sentado. Para mi amigo, bastante triste por su partida, este suceso pasó casi inadvertido. No para mí.

El hombre proseguía contando su historia. Es dificil ¿No? Estar fuera de casa. -Sí, bastante pensé. En otro país, dijo. Asentí. Más que escucharlo por sus palabras, lo hacía yo por su mirada. Pero no podía dejar de pensar en mi partiente amigo, para quien soy como una hermana. No paraba de llorar. -Le pedí comida a una señora, y no me quiso dar...Me dijo que ahí la comida se vendía, no se regalaba, seguía el hombre. Somos 19. Eramos 20. Yo soy de El Salvador, también hay otros de Guatemala, a una muchacha el tren le partió un pie...ahora somos 19 ¿Perdón?-Dije. -Veníamos por allá por -algún lugar en el sur de México- en Servicios bla bla bla Galgos, así se llaman los camiones. El pollero nos dijo que nos escondieramos hasta que pasara el tren. Luego ahi lo esperamos. Cuando pasó nos subimos. Pero una muchacha rodó y le cortó los pies. -Ahí déjenla, dijo el pollero. Ahí la dejamos, ahora somos 19. Hay una niña, es mi hija, tiene un año y seis meses. Pasamos por el río Suchiate. Ahí le dí de tomar agua, de la que pasa ahí, porque no hay de otra. No tengo dinero para comprarle su leche. Uno como quiera, pero las niñas no aguantan. Ahora estamos escondidos. Estamos aquí, como a dos, tres cuadras para allá arriba y luego pa' dentro. Ahí estamos los 19. Un señor me aconsejó que robara. Pero no, Dios aprieta, pero no ahorca. La niña pues, tiene un año y seis meses. Mi amigo seguía tristeando, me abrazó, lloró, no puso atención a lo que pasaba. Pero yo tenía los oidos para él y la mirada para el hombre 19.
Un señor me dijo que no le dijera a cualquiera, pero tengo que decirles pues, si no ¿Cómo? La niña tiene que comer. Somos 19. Yo salí a ver que puedo conseguir, tenemos miedo pues. Pero vamos a llegar, vamos para los Estados Unidos. En mi país ya son dólares. Antes teniamos colonias. Pero ahora puros dólares. Después de un rato mi amigo sacó unas monedas de su cartera y le hizo cuentas, podría comprar siete tacos para él, su mujer y su niña,él seguía inmerso en su tristeza. El hombre calló, se paró, nos dio la mano en agradecimiento, con la idea de buscar trabajos pequeños, como limpiar los jardines. Gracias, a ver que puedo hacer en el centro, dijo al partir. La escena me quitó el sueño. Aún conservo el olor a preocupación de la mirada de aquel hombre. Era angustiosa, con fé dentro de la desesperanza, de miedo. El camión de mi casi hermano había llegado. Tenía que irse. So lo hizo el hombre 19, a ver qué podía hacer en el centro.


Sin despedida

Una modernidad ambigua

Siempre he tenido infinidad de dudas. Las respuestas del mundo contemporáneo parecen, siempre o casi siempre, ser bastante ambiguas. Nos venden la idea de identidad, de unicidad, en en mundo en el que ahora "todos somos iguales". Sabemos que todos los procesos tecnológicos nos han acercado. La evolución de las comunicaciones es innegable. Mi problema de comprensión proviene si hablamos de distancias identitarias y psicológicas. No sé a qué se deben mis pensamientos. Y creo que esto debería guardarlo para mí. Pero tal vez alguien puede ayudar a aclarar mi mente. Muy bien. Resulta que se nos ha vendido la idea de un mundo igualitario, equitativo. Y sin embargo, un mundo en el que "los grupos", "los indigenas", "los migrantes", de más, son discriminados. Un mundo en el que todos podemos ocupar un lugar, "ser alguien". Esto se parece cada vez más a la religión católica. Siempre viviendo en el futuro. En la esperanza. En la posibilidad de alcanzar el cielo. Mientras tanto, la vida se nos pasa de las manos. O más bien, nosotros pasamos por la vida. No buscamos prevalecer a pesar de nuestra ausencia. Ser extrañados, deseados o añorados por generaciones posteriores a la nuestra. O previas. Queremos siempre que nuestra presencia se note, pero no buscamos que nuestra ya "no existencia" se extrañe, que se sienta. Nos ocupamos de obtener las mejores marcas, eso sí, "a los mejores precios". No quisiera contarme en la contemporaneidad por la promiscuidad de nuestras mentes, por no decir mediocridad generalizada. Oops, creo que ya lo dije!

Hace unos ayeres, contaba yo a un amigo, digamos "de élite" que no querría casarme. Que no es la meta de mi vida, ni mucho menos mi deseo más grande. Él me contestó: Estás loca?! Pero eso es lo que todas las mujeres quieren. Que todas las mujeres "en su circulo de amigos" estudian "mientras se casan". Así lo entendí. Me preguntó si por lo menos quería tener hijos. Contesté que es una posibilidad muy fuerte, pero que me gustaría que la probabilidad fuese proporcional al cumplimiento de mis objetivos en la vida. No me gustaría, le dije tener un pequeño sin tener que ofrecerle más que una vida que se vive "al día". -Estás loca- insistió. -Nunca te entiendo.

De acuerdo. Ese es un vano ejemplo, uno de los miles de ejemplos que seguramente podríamos encontrar, no hablemos de economía, o política. Lo que he entendido es que permanecer cuerdo en estos días es una locura. La estupidez que rodea las superfluas mentes de nuestra generación lleva las de ganar en un mundo democrático, en el cual, el 50% + 1 gana. Y es precisamente la no identificación con la convencionalidad moderna, la que me ha ganado el adjetivo "loca". Ahora respondo que amo esa locura que me inmuniza ante la estupidez, idea misma que comparto con alguna amiga.

Un dato bastante curioso, pero tal vez bastante coherente que encontré es que: Entre mis amigos adinerados todos desean casarse y tener hijos, mientras que mis amigos de clases bajas hasta medias altas, por lo menos, lo dudan. Lo mismo podría decir de los letrados, quienes si no se niegan, por lo menos, esperan.


He disfrutado de plasmar una de las frustradas ideas que rodean mi mente, pero ahora estoy confundida. ¿O no?

viernes, 17 de septiembre de 2010

Ponerle cultura a la modernidad

Estaba sentada en casita, tratando de leer un poco. Parece que actualmente, ser "moderno e intelectual" ha tergiversado el sentido de lo que verdaderamente podría hacerse llamar como "uso de la razón". No me refiero al campo intelectual en toda la extensión de la palabra, porque seguramente jamás perteneceré a ese circulo ¿Social? En fin. Estando unas personas más en casa, que creen que por ser universitarias tienen el don de la inteligencia, y que un título de senda institución les abrirá las puertas del mundo, me dispuse a escuchar lo que yo catalogo como música. Inmediatamente después de que se comenzó a escuchar un piano, una guitarra y un saxofón, voltearón pazguatos hacia mí e inmediatamente dirigieron sus miradas hacia cada uno de ellos. Evidentemente, lo que antes era música común es ahora cuestión de involución. Cuánto puede hacer la publicidad, la unicidad y el hedonismo en las jóvenes mentes: El pop ocupa el primer lugar en el acervo músico-cultural de nuestra generación. Es lo in. Del reggaetón mejor ni hablamos porque seguramente se cuestionaría su inclusión dentro de la categoría "música".

En fin. Ha sido un gusto.
Hasta la posteridad.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Qué son las virtudes sino irremediables aversiones de la naturaleza que previenen el perfecto dominio de los demonios humanos!

sábado, 21 de noviembre de 2009

las obsidianas de tu fachada contrastan con las montañas de tus cimientos